"Como ciudadanos y como pastores, los Obispos de México, al igual que muchos compatriotas, sentimos gran preocupación por el presente y por el futuro de nuestro País, que, entre otras cosas, se ve aquejado, desde hace muchos años, por el grave mal de la corrupción, “que favorece la impunidad y el enriquecimiento ilícito, la falta de confianza con respecto a las instituciones políticas, sobre todo en la administración de la justicia y en la inversión pública, no siempre clara, igual y eficaz para todos” (“Iglesia en América”, No. 23)".
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